Cierto es que somos responsables de los gobiernos que tenemos, tal vez no seamos los únicos, ni los primeros de la lista, pero de que somos, somos.
Sin embargo, apuesto a que, si nos dieran la oportunidad de rifar en una tómbola de barrio, por ejemplo, a Pedro Sánchez, Pablo Casado, Nicolás Maduro o Jair Bolsonaro, titubearíamos; nos pediríamos perdón a nosotros mismos y, refunfuñaríamos, pero al final los llevaríamos uno a uno.
Puede ser que algunos se lo pensasen más, quizá por aquello del fanatismo o la simple ignorancia, pero si les diéramos la posibilidad de que les pudiesen imputar impuestos, por ejemplo, del 21%, por cada frase o discurso desvergonzado que dijesen, entonces, seríamos mayoría absoluta.
Recientemente, al ultraderechista Bolsonaro, en su mismo Brasil, le impidieron que entrase a ver un partido de fútbol, la razón es que no está vacunado. El político se quería desentender de las leyes, de la muerte de 599.359 brasileños y, de los 21.516.967 mariquitas
coterráneos suyos infectados por la COVID-19, menuda jeta la de este líder.
Al final, pataleó, pero se marchó a casita pensando en no se sabe qué. ¿Quién pudo haber salido en su defensa?, a parte de los negacionistas, seguro que ni su propia familia.
Es como lo de Pablo Casado diciendo NO a la ley de vivienda para los jóvenes españoles sin haberse leído el proyecto y, gritando que España está en quiebra, a pesar de que los datos demuestren que miente tanto como el brujo Josep Pàmies cuando aseguraba eliminar el coronavirus con agüita mezclada con lejía.
Por el camino que va, no le está quedando nada que permutar en un futuro, incluso sus más célebres amistades, incluyendo a última hora a Xavier García Albiol, ya huelen a roquefort revenido. Da penita.
Cada quien, por vía interdictal puede decidir convertirse, o no, en un occiso y, todo sugiere que eso es lo que ahora mismo está haciendo Casado con sus menguantes encuestas. ¡A por todas!
De Pedro Sánchez, nos estamos desayunando con que puede adelantar las elecciones generales.
Particularmente no lo veo, pero seguro que él con sus nuevas canas y algún reuma, también le estará dando a la mollera. Es el mejor mago del reino.
Yo, si fuera él, las dejaría para mediados de 2022 o comenzadito el 23, porque ya que estamos en el juego del más vivián, pues a muerte con los nuevos dineritos; para que dispongan otros de lo que tanto me ha costado tener, que se joroben y suden un poquito más. O, ¿no?
En fin, eso de sentarse en la silla de la Moncloa, del Palacio de Miraflores o, de Planalto, como que merece la pena pasar escalofríos y hacer de chusco.
El tema es que todos damos recomendaciones, incluso el más vituperado, el que le ganó a Tarzán hablando con los animales, Nicolás Maduro.
El presidente venezolano da recomendaciones a quien se ponga por el medio, lo único que le falta es imprimir tarjetas de visita para dárselas a sus colegas recomendándoles qué hacer para estar en la silla más de 20 años. ¿Quién puede negarle su capacidad de recomendador?, nadie.
Al final, de curul a curul se pudiera llegar a un acuerdo sobre dónde enviarlos en comandita, yo recomiendo el mar muerto, porque allí no estallan guerras por una silla, solo, algo de sarpullidos, multitud de opiniones y ojos enrojecidos.
Ahí unos cuantos días de vacaciones les haría ver lo duro que está la cosa para quienes no tienen chófer.