En mi primera juventud tuve el deber de traducir la obra de Tito Livio que ahora la utilizo como cabecera para este picotazo, “De Senectute”, que quiere decir acerca de la vejez. Lo recupero para hacer este comentario con la intención de aportar alguna reflexión; aunque sea una duda.
Por fin una buena noticia como es la aprobación de la reforma del sistema público de pensiones: una florecilla crecida entre las grietas de las rocas de una rabiosa actualidad española.
Durará poco esta alegría entre nosotros, como sucede con la alegría en la casa del pobre, pues para la semana próxima está ya anunciada una moción se censura nada menos que por el grupo más extremista, censura que permitirá decir burradas, defender nada menos que volver al pasado, lo que a más de uno nos pondrá los pelos de punta.
La democracia es eso, que permite que los no demócratas pueden usarla para destruirla.
Pero ahora debe preocuparnos que el tema de las pensiones debe concitar una unidad básica que no tenemos pues se trata de un tema de Estado que a todos nos va a afectar, ahora o dentro de unos años.
Obviamente ya conocemos bastante bien el paño y sabemos que quienes ejercen la oposición en España tienen el deber de oponerse a todo porque ese es su papel y eso es lo que esperan sus huestes. Allá ellos.
Pero mi intención es dedicar unas palabras al fondo de la cuestión que no es otro que el solomillo, la dignificación de la vejez, un estado al que aspirar y disfrutar.
Pues bien, con cierto egoísmo recomiendo a todos que dejen de ver la vejez como una catástrofe, porque no lo es. Todo lo contrario, el incremento de la longevidad es un triunfo histórico, conseguido gracias a unas mejores condiciones de vida y a un sistema sanitario público como el que hay en España.
Por tanto, debe ser percibida y considerada como un logro del progreso y de la democracia y no como una catástrofe. Aunque a veces se insista en resaltar de forma negativa determinadas cuestiones relacionadas con la vejez (ahora le llaman edadismo, pero no nos asustemos, son cosas de los culturetas) como el impacto en los costes sanitarios y sociales, las situaciones de soledad o el rechazo a la decrepitud de los cuerpos, hay que reconocer que en las últimas décadas el proceso de envejecimiento se ha transformado de forma espectacular y ha contribuido a modificar aspectos esenciales de la vida social, por ejemplo, hay en España señoras y señores estupendos a los 70 que tienen una esperanza de vida larga y fecunda y que pueden aportar mucho a todos nosotros.
Y esto, (la esperanza de vida con una calidad apropiada) debe entrañar, no sólo
cambios en la definición de qué es una persona mayor, sino lo que es más importante, la seria consideración de una nueva etapa que debería llamarse no tercera edad sino "segunda edad adulta", caracterizada por su gran vitalidad y elevada participación social y política, lo que rompe con los estereotipos asociados a la vejez.
Las personas mayores no representamos la supervivencia de un pasado al que aferrarse, sino que queremos y podemos ser sujetos activos en la transformación de las sociedades. Y como tales, la sociedad, ustedes los “tardo jóvenes”, no pueden identificarnos solamente ni principalmente como personas que se encuentran en situación de dependencia, sino como sujetos que aspiramos a crear un nuevo tipo de ciudadanía activa que influya en las decisiones sociales y políticas y que cada vez lo haremos más como fruto de nuestra mayor presencia en número y en protagonismo.
Dicho queda. Disfrutemos pues por unos días de tan grata noticia: habemus pensiones.
P. D. aprovecho para recomendarles el Manifiesto de las mujeres viejas de Mari Luz Esteban, antropóloga. Una poesía feminista que reivindica a las mujeres mayores soberanas de sí mismas, que no responden a los estereotipos de pasividad, sumisión y receptoras de cuidados.
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