Muchos de los que vivimos en el reino de los Borbones nos confesamos, a nosotros mismos, preguntándonos qué habremos hecho para tener los líderes políticos que tenemos hoy.
Incluso algunos nos martirizamos por el dinero que puedan estar ganando por la calidad del trabajo que hacen y el futuro que nos ofrecen.
Si usted coincide con lo anterior, posiblemente concluirá que la solidaridad campa en algún otro lado y, que el uso del poder que disfrutan se les nota en la cara.
Los ejemplos abundan, pero me conformo con dar uno solo y, aunque el tema no va del cómo habla, escuchar la oratoria de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no solo deja claro que hay que ponerse tapones en los oídos, sino del porqué su negativa a debatir con sus rivales en la Tv pública.
Lo dicho, no se trata de escuchar lo que dice, aquí de lo que va es de lo que hace día tras día, porque convenimos que es a través de sus comportamientos de donde los de a pie mejor podemos saber qué piensa, cuáles son sus ideas y, tal vez, su ideología.
La supresiva presidenta: ella contra el mundo porque el mundo está equivocado; ella con su pensamiento superior porque el resto nada en la superficialidad. Ella, con su lealtad infinita a Pablo Casado, ella la empeñada en no distinguir entre la fantasía y el pragmatismo, siempre es eso, siempre se trata de los mismo: Ella.
Estemos, o no, de acuerdo, parece obligado coincidir en que el comportamiento diario de cualquiera de nosotros marca el tipo de sociedad a la que aspiramos: un fascista lo hará acorde con su pensamiento supremacista y, un comunista de la época de Marx peleará por tumbar todo gobierno que no se encuadre dentro de sus objetivos. En todo caso, el cómo andamos por la vida, marca como queremos tratar y, que nos traten.
En la Comunidad de Madrid la presidenta ha impuesto la cuenta de resultados a la salud y, por paradójico que sea, el tiro le ha salido bien: es más popular que aquellos que apostamos por la lógica de una salud de hierro.
Particularmente no creo que ella vaya haciendo apuestas por demostrar cuál es la mejor de las ideologías, más bien creo que va de ideas, de aquellas que están estrechamente relacionadas sobre el cómo concibe y le gustaría que fuese su sociedad: con mucho tráfico, muchos bares, negociando unilateralmente vacunas rusas saltándose a la UE y al Gobierno de España, desinteresándose por la Incidencia Acumulada y que los hospitalizados suban o, que el turismo que ella llama de museos, previamente se emborrache.
No es ideología el que ahora, con las elecciones del 4 de mayo, se atribuya que gracias a ella España quitará el estado de alarma el 9 de ese mes, dándole igual que esa fecha se haya fijado en octubre de 2020. Sin duda que no se sabe si llorar o reír por tanta ingenuidad, ineptitud, o maquiavelismo.
Causa perplejidad que Ayuso no logre medir las consecuencias de sus acciones. Ir a contracorriente se ha convertido en su leitmotiv; sea cual sea la propuesta gubernamental ya se sabe que dará un No por respuesta.
Pero con todo, resulta imposible creer que ese sea su modelo de ver la vida, y quizá es por ello – por la mentira que guarda - que no disfruta del respeto político ciudadano.
Pensar en que cree en todo lo que dice y hace, se hace cuesta arriba, talvez su planteamiento es mucho más simple: creer en la efectividad de unos resultados.
Para colmo, los datos de la pandemia en Madrid siempre han estado entre los peores y, sin embargo, ella siempre ha ido con el pecho sacado, atreviéndose a decir que una corrida de toros es el símbolo de la libertad que ella representa y, que España le debe una porque sacó de La Moncloa a Iglesias.
Comprenderla requiere tiempo y darle al tarro.