Las sociedades modernas están corrompidas por el dinero, la avaricia, el odio, la envidia, entre otros antivalores.
Solo unos pocos oportunistas manipulan a las masas, anteponiendo sus propios intereses al bien común. Veo como la mayoría de ciudadanos no solo permite esas actuaciones, sino que participan de una forma directa o indirecta con una pasividad complaciente.
Nos dejamos llevar por una sociedad consumista que fomenta "el tener antes que el ser".
Somos esclavos del consumismo y el inconformismo, no valoramos lo que tenemos porque siempre ansiamos tener más y esta actitud nos lleva a convertirnos en esclavos de las deudas.
Hemos llegado a sacrificar el tiempo que pudiéramos dedicar a nuestras familias, trabajando más horas para poder solventar las deudas que vamos adquiriendo a lo largo de nuestras vidas y mantener un estatus social, que se basa en las apariencias.
Parece que es mejor visto y más prudente maquillar nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto social, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o maniatar nuestra espontaneidad, en aras de una supuesta convivencia armónica.
Incluso, a veces, nos engañamos a nosotros mismos, nos vemos rodeados de gente, consiguiendo reconocimiento y brillantez social, pero sin poder decir lo que pensamos, es decir, no somos auténticos, sino por el contrario, nos hemos convertido en simples imitadores de lo que hacen los demás, porque vivimos en el mundo del qué dirán.
Apócrifa o no, la cita de Groucho Marx es digna de él: “Estos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros”. Y viene al caso porque no deja de maravillar el pendular de la historia, o de cómo los extremos se alejan, y luego uno se impone sobre otro hasta que alcanza su punto de equilibrio y cruza el umbral de la inflexión para -irremisiblemente- desandar lo andado y dar paso al otro extremo y cambiar sus discursos; entonces el ciclo se repite, y así, de tanto en tanto, vamos "progresando".
A pesar de toda la incertidumbre y desazón que hoy nos rodea, la humanidad avanza a pasos agigantados. Tengo fe en ella, no por lo que veo o siento, sino porque intuitivamente vislumbro la mecánica pendular que nos hace caminar hacia adelante, de tal suerte que, sin importar qué tanto retrocedamos, a largo plazo, vamos avanzando. Así, pasamos del siglo de las ideologías al de la banalidad extrema ¡en apenas tres décadas!
Cuando se lee sobre una civilización (Egipto, China, Roma, da igual) se pasan por encima los años como si no pesaran nada, sin embargo, en retrospectiva, cuando dentro de unos siglos lean sobre nuestro tiempo, lo verán como otra página del libro de la historia escrita por unos pretenciosos, que se creyeron ser los últimos hombres.
Hace apenas breves décadas las ideologías lo eran todo, y el mundo se dividía en función de ellas, de tal suerte que cada quien no sólo entendía que tenía la razón; sino que el otro estaba equivocado. Todo eso quedó atrás, estamos viviendo una era voluble y líquida, en la cual, la única certeza es acumular riquezas.
Desafortunadamente, el culto a lo fácil y la oda al irrespeto, encuentran aliados en ciertos políticos y comunicadores, quienes se suman a la decadencia de hacer lo que sea por conseguir dinero con poco esfuerzo.
Atrás quedaron valores, creencias y principios; todo quedó tan lejos, solo que hay varias generaciones que vivieron el cruce por la bisagra temporal del cambio de época, y por eso cuesta tanto entender el proceder de aquellos que pregonaban a los cuatro vientos una verdad, y hoy ni siquiera se toman la molestia de renegar, simplemente actúan de espaldas a ella.
Quedan pocos referentes que puedan enseñar con su ejemplo, cómo vivir la vida desde la lógica de unos principios, que sin importar cuáles sean, una vez fueron comunes y universales para un inmenso colectivo planetario.
Crear nuestra propia personalidad, estar a gusto con ella y consolidarla ante los demás, forma parte de nuestro aprendizaje para la vida. De lo que se trata, es de vernos a nosotros teniendo pensamientos y sentimientos propios.
Si no te gusta cómo eres, o no te va bien con tu forma de ser, aprende, cambia de hábitos, crece en valores pero no te escondas. El ser humano no nace hecho, se hace con el paso de los años.
Con el fin de las ideologías lo primero que se puso en venta fueron las ideologías. En el triunfo de la sociedad de consumo, está la semilla de su derrota; liberadas las fuerzas de un consumismo obsceno, la insostenibilidad ambiental, la hará naufragar inevitablemente.
La economía vuelve y plantea su dilema irresoluble: con recursos limitados y necesidades infinitas, el descontento llegará, y con él, el cuestionamiento; entonces el péndulo hará su magia, a menos que la hiper conexión finalmente nos embote los sentidos y nuestra capacidad crítica, y terminemos dándole “likes” a los videos del colapso de nuestra civilización.
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