Sin retórica filosófica que conlleve el propósito de endulzar la lectura, hablar de la realidad que se vive entre los que habitamos este Planeta llamado Tierra, la disparidad de opiniones existe desde lejanos tiempos; desde el siglo VI, a. de C. el griego, Anaximandro de Samos: “demostró la redondez de la tierra”, pero desde el siglo III a. de C. Erastótenes, de origen libanés, ya había calculado la longitud del meridiano terrestre en unos, 39,700 kms.
Grandes discusiones se darían por este tema, cuando Aristóteles afirmaba que, la tierra era plana, pero Issac Newton (1642-1779) entre otros filósofos, astrónomos, afirmaban que era redonda; nos habla la historia de que, hasta muertos hubo, como fue el caso de Giordano Bruno, quemado en una hoguera por su creencia copernicana de que la tierra era redonda.
Muchos más morirían por sus creencias religiosas; plasmada ha quedado en la historia la crueldad de la “Santa Inquisición” cuyo deporte favorito era acusar de herejes a quien desearan despojar de sus bienes; brutales asesinatos perpetraron bajo la complacencia de la iglesia; y eso de las guerras es tema de nunca acabar.
En la actualidad igualmente, pero con diferentes matices, se asesina por cuestiones de despojos de un país a otro; por detentar el poder político y económico; por motivos religiosos y por cuestión de géneros, siendo todos seres humanos tan parecidos, resultamos ser tan diferentes y, esas diferencias resultan para muchos intolerables, inaceptables e inentendibles.
Si no me apoyas en mi guerra, eres mi enemigo; si no profesas mi religión, eres mi enemigo; si no eres del Partido político al que pertenezco, eres mi enemigo; si tus preferencias sexuales son diferentes a las mías, eres mi enemigo.
La sociedad mundial no está dividida, está atomizada, en cada país, cada ciudad, poblado, es notorio las desigualdades que nos impiden vivir en armonía y esto nos lleva a pensar que quizá, nos estemos convirtiendo en una especie en extinción.
Resulta difícil abordar temas como los señalados, so pena de perder a una amistad; a un familiar; un esposo o esposa, y por algo que resulta ser imprescindible en lo que a las relaciones humanas se refiere… el respeto al prójimo.
Expresar el dolor, la indignación ante estas guerras hoy por hoy vistas y vividas a través de medios de comunicación, no solo provocan una gran impotencia, sino una especie de uno de los peores sentimientos, el odio hacia quien realiza esas masacres, de niños indefensos, hombres mujeres, ancianos.
No entender la razón de la homosexualidad es algo que no debe ser pretexto para insultar, ni asesinar, ni despreciar a quien lo es; el respeto es inherente al ser humano; lamentablemente hay dos cosas que mueven a la preocupación; realizar una gran manifestación, un jolgorio al que han llamado: “el orgullo gay”, apropiándose del maravilloso arco iris, colores que a todos nos pertenece; exigir, que se cambie el vocabulario, para no ser “excluidos” e imponer esa descomposición lingüística de: “todos, todas todes”; “bienvenidos, bienvenidas, bienvenentes”.
Muchos menores de ambos sexos acuden a esas manifestaciones, por el relajo, la diversión, el vestuario, las manifestaciones amorosas, pero también acuden muchos adultos perversos, con el alma ennegrecida que, solo van en busca de su presa y prolifera día con día sobre todo en menores, niñas y niños, cuando otros seres humanos con sus desviaciones mentales, los inducen a realizar actividades cargadas de perversidad por una paga, marcándoles a sí un destino que no es el suyo, eso a gran parte de la sociedad, inquieta, indigna, duele.
Que nos queda por hacer como sociedad para aprender a vivir en armonía…no tengo la respuesta, pero dice el adagio popular que, “muchas cabezas piensan más que una sola”.
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