Da qué pensar que, conociendo al líder de VOX, el Atila ibérico, muchos se atrevan a acusarle de español de pulserita, a cuestionar que tome, o quiera tomar, decisiones que afecten a nuestras vidas, todo eso, dicen los robotizados por el bolivarismo, exigiendo, gratis, que se le haga un examencito de suficiencia.
No es que sean abstencionistas o negacionistas los filocomunistas, simplemente es que no tienen, o han sido incapaces de desarrollar la capacidad de asombro necesaria, tal vez porque todavía no han descubierto los secretos universales de Abascal, de cómo ha conseguido montárselo para amarrarse a un trabajito de diputado, y de paso le puedan convertir en presidente del país. De ministro nada, que de esos nadie se acuerda.
A lo mejor, de lo que se trata es que son estreñidos, lo que haría necesario recetarles una segunda una dosis de embustes, ¿de verdad Santiago Abascal es el Trump español? ¿De verdad es el estadista que necesita España, y el Steve Bannom que destrozó el futuro de Macarena Olona, la de Graná? ¡Pues claro!
Haciéndonos dueños, por un instante, de la empatía de Abascal, creemos que muy duras tuvieron que ser las pesadillas que le obligaban a elegir el difícil camino de trabajar a partir de los 50 añitos o, viajar hasta los 55.
Por ello, habrá que reconocerle, como mínimo, que algo de excepcional tendrá, porque llegar a los 47 tacos viviendo de prestado primero del PP y, después de VOX, no es cosa fácil y, menos en España y con la tasa de paro que hay.
Sin duda que a un genio de ese nivel hay pocas posibilidades de mejorarle la talla.
Nació así
Abascal nació para ser así, un pecho embuchado echao pa´lante, con derecho a objetar, cuantas veces fuere necesario, toda censura que cuestionara su histórico liderazgo.
Sin embargo, la humildad, la prudencia y, la sabiduría, corren por sus adentros, un ejemplo lo evidencia: no hizo lo de su defenestrado amigo Pablo Casado, rodearse de campeones mundiales en tira pipas, era algo muy presuntuoso y arrogante como para repetirlo.
El debate a cuatro
Sobre el que no haya querido debatir, lo dejó bien claro, ese mismo día tenía que estar en otro lado
y, como se mueve en coche, pues corría el riesgo de que se le recalentara el radiador, dejando embarcadas a ambas partes.
Además, con ello dio otra muestra de que es un líder solidario. Quienes le conocen, y acompañaban en ese momento, dicen que justo antes de tomar esa decisión cerró los ojos cubriéndolos con sus manos, un gesto que les llenó de perplejidad y, de una sensación parecida a la de tener las manos recién pringadas de espetos. Aseguran que fue algo inolvidable.
Más tarde explicó su experiencia, sincerándose hasta el grado de confesión, afirmó que no había sido un cólico por las judías con tocino de Cantimpalo y el vaso de agua helada que se acababa de meter, sino que había tenido una premonición, una profecía: había visto y escuchado a miles de moscas cojoneras enturbiando su disquisición y picando en la espalda, y en los dedos de los pies a Núñez Feijóo.
Después de largas meditaciones e investigando el sentido de ese extraño momento, llegó a la conclusión de que no podía dejar solo al gallego frente a un maquiavélico Sánchez, por ello no dudó un momento en acompañarlo en tan duro trance, aunque se sabe de buena tinta, que le amenazaron repetidamente con tener que escuchar las poesías preferidas de los hijos de Pablo Iglesias e Irene Montero.