Sin terminar el último sorbo de cerveza, Pablo Casado comienza a observar que su liderazgo hipersónico comienza a esfumarse.
De su mal andanza sus apoyadores culpan a su mano derecha, García Egea, a la presidenta de la comunidad de Madrid, Ayuso y, también a la marquesa Álvarez de Toledo, se olvidan de Aznar y de M. Rajoy, el que dice que para ser presidente hay que tener ciertas habilidades, como el saber mirar hacia el otro lado; algo así como: vamos a fumarnos un cigarrito mientras cae el chaparrón en aquella esquina.
De tal manera que Casado es el líder que los de la gaviota necesitan, el hombre que invita café a todos, aunque la cafetera sea incapaz de hacer más de cuatro o cinco tazas, es decir, en palabras de la marquesa De Toledo, Casado es el propio líder veleta.
Después de seis meses con la miel en los labios, el éxito hipersónico (ese ruido que uno escucha cuando pasa un avión de las fuerzas aéreas, sale para verlo y, no hay nada) se evapora porque la cuidadora del perrito de Aguirre le está haciendo la competencia, habiéndosele convertido en una especie de gallito de pelea.
Pero, si ha habido un después durante el cual Casado ha disfrutado del peloteo de los suyos y del apoyo de las encuestas, también ha habido un antes y, cuando éste existía Casado no remontaba vuelo, era algo así como un vaso medio vacío, una especie de discípulo de la vozarronería con movimientos torpes y continuos que obligaba a levantar las cejas de sus presidentes.
El caso es que el Casado original nunca se ha ido porque él siempre ha estado convencido de que su estilo mola y por eso debe mantenerlo, aun sabiendo que cuando sube a cualquier atril de oradores nadie espera una sorpresa, salvo escuchar sus célebres pistoladas como aquella sobre la energía solar: A ellos (el gobierno) solo les gusta la energía solar… “pero es que antes de ayer a las ocho de la tarde no había posibilidad de que la energía solar emitiera, básicamente (alzando los brazos airadamente) porque era de noche, es una cuestión de lógica”. ¡Pablo, Pablo, Pablo!
Su exagerada afición por las broncas nos ha llevado a especular sobre cuál será la siguiente, es como si se tratara del representante de una casa de apuestas, la penúltima fue decirle a Pedro Sánchez que es la persona que más ha atacado a la Constitución en los últimos 43 años. ¡Bendita alma la del teniente coronel Tejero!
El tema es que esa afición, aparte de obligar a ponerse algodones en las orejas, está perdiendo fuelle en el aprecio popular, con agrado en el Psoe y también en Vox, que sube en las encuestas a costa del hijo putativo de Aznar. O, no escucha, o le aconsejan mal, o le importa un comino el desprestigio intelectual que produce el no poder probar nada de lo que dice.
Si después del triunfo de Ayuso, hacía gracia y le era rentable oponerse a todo, incluso a la constitucional reforma del Consejo General del Poder Judicial, con la desavenencia entre él y su delfina, ya no cuela y lo cierto es que los momentos de organizar sus Consejos de Ministros para su futuro Gobierno no encajan ni en su partido ni en Vox, enfrentándose a una quiebra de estilo en su persistente imitación a la ultraderecha.
Nadie cree que tenga una carta bajo la manga, salvo rifar los collares que está haciendo con la propuesta de aplicar el 155 en Cataluña para evitar que España se rompa, y con las retahílas que va diciendo, sin lealtad alguna, en Latinoamérica sobre la perdida completa de la presencia española en la región por culpa del gobierno socialcomunista. ¡Virgencita déjalo donde está!