Siempre recuerdo la anécdota que bien ilustraba el recordado escritor estadounidense Stephen Richards Covey, cuando deseaba insistir en la fortaleza de los principios y lo comparaba con un faro.
Porque los principios juegan un papel importante de iluminar, para ayudar a las embarcaciones llegar a buen puerto.
Un papel similar juega la brújula que nos ayuda en el camino cuando pretendemos seguir alguna ruta y deseamos estar bien orientados. O un mapa bien elaborado, que nos indique los caminos, para que podamos llegar a nuestro destino.
Sin embargo, la analogía con el faro luce ser superior, pues se correlaciona con la luz, con iluminar esas sendas, con recuerdos que independientemente de nuestros planes, existen leyes de la vida que son inviolables, pues estas persisten a pesar de nosotros y de nuestros atajos, maldades y manipulaciones.
Es que no se puede esconder una lámpara debajo de una mesa, se la coloca encima para que nos pueda iluminar. Y la luz de la verdad ilumina siempre y tan fuerte, que no pueden coexistir las tinieblas, las sombras ni la oscuridad con esa estrella, que brilla con luz propia.
No obstante, la maldad del hombre siempre hace de las suyas y a lo largo del camino crea hábitos nocivos para sí mismos y para los demás, pero a su vez siembra una semilla del mal, para el día de la ira. Lo que sembramos, lo cosechamos, a pesar de que elijamos mirar hacia otro lado. El hecho de que no miremos o no nos demos cuenta de la cosecha, no significa que no existe.
El hecho de que ignoremos su brillo, no significa que la estrella no tiene luz propia. Esto nos recuerda la clara advertencia que hace el profeta Isaías y que persigue los corazones retorcidos en toda la humanidad y los tiempos: "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!" (Isaías 5, 20-23).
Y esa advertencia, si la acompañamos con lo que indica San Pablo en Romanos 1, nos explica claramente, que tendremos que recoger nuestra cosecha y pagar el precio por lo que sembramos.
Si nos detenemos a entender la ruta que la humanidad ha tomado, en total desvarío y contradicción a la propuesta divina, resulta fácil entender, que el problema no es el faro ni la brújula, tampoco el barco. Sino la maldad del hombre, sobre todo los que siembran el mal, para beneficiarse de todo mientras pueden. Y para ello distorsionan los principios, los valores, las leyes, los sistemas y obligan de una forma infernal pero legal a los demás, a participar en sus corruptas andanzas.
Pero Dios es bueno y representa la Verdad pero vamos a los rituales o cultos religiosos, a cumplir con hipocresía política, nos damos golpes en el pecho, buscamos los votos de los fieles borregos, y no dejamos de arrodillarnos en público, ni de rezar un padre nuestro. Así son todos los falsos líderes, que ejercen la política en nuestro país. Solo es cuestión de tiempo, para que todos hagan lo mismo.
¿Y qué se puede esperar de gobiernos cuyos funcionarios surgen precisamente de estos pensamientos anti faro? Y ¿cómo se puede desviar el corazón y el camino del hombre, cuando nunca ha estado en la ruta correcta?
Es que para caer, necesitamos estar en un lugar más alto, y eso que podría verse como un lugar más alto, no podría evaluarse por la capacidad de consumir y de enriquecerse ilícitamente, sino por la verdad, el amor y la justicia que deben iluminar nuestros corazones.
Pero es que el árbol malo, no puede dar fruto bueno. No puedes esperar cosas buenas de un corazón perverso.
Entonces queremos situarnos en la educación de nuestros hijos, pero se nos olvida, que no existe una educación más impactante y marcadora en la vida de una persona, que el ejemplo recibido de sus padres. ¡Ahí no vale la retórica ni los discursos baratos!
Decirle a un hijo que no fume cuando eres fumador, o que no robe cuando eres un ladrón, que no beba, cuando eres un ebrio consuetudinario, nos resta toda la calidad moral y provoca una confrontación irritante pero merecida.
¿Qué podría enseñar un experto estafador a sus hijos, para combatir la violencia y las bandas, para que sean ciudadanos ejemplares, cuando ellos mismos saben que sus padres son parte del crimen organizado?
¿Qué podría enseñar un sacerdote para guiar correctamente a la juventud y a los niños, si Lucifer instruye a sus huestes, para que se bendigan los matrimonios homosexuales?
¿Qué podría enseñar un pastor a su congregación, sobre la ética, la corrupción y la delincuencia de cuello blanco, si su ministerio ha crecido y se ha convertido en una mega iglesia, precisamente por recibir dinero del lavado?
¿Qué podría enseñar a sus hijos ese almirante, capitán, mayor, coronel o general, que se ha enriquecido de una forma contundente?
¿Qué podría enseñar ese funcionario ya suspendido, por habérsele detectado algún ilícito en el manejo de los recursos públicos?
¿Qué buen ejemplo podría dar un líder de opinión a sus hijos, si se ha hecho compromisario por dinero, de ocultar los hechos realmente importantes, para sustituirlos con distracciones y manipular la conciencia nacional?
¿Cómo podemos volver a resetear la cultura, los valores y los principios correctos en una sociedad que se ha convertido en una jungla, donde el dinero lo puede todo y donde se premian abiertamente las incorrecciones?
Si seguimos hurgando encontraremos miles de ejemplos más que tipifican al monstruo que hemos construido y que obligará a una nueva restauración de nuestra República.
Como vemos el problema no es el faro o la brújula, ni siquiera el barco, aunque éste influye bastante, pues si te embarcas en ese barco será inevitable que huelas a sudor de ratón.
En Ecuador, hace rato que hemos sembrado ira, para el día de la ira. Y esa ira se verá pronto, pues el mismo pueblo ecuatoriano cansado de ser abusado y prostituido por los maleantes de turno, la mostrará guiado por ese instinto de sobrevivencia, que no resistirá más a sus verdugos y sus captores.
Nuestra democracia tiene tiempo de haber sido secuestrada, y se mantiene secuestrada pero peor que cautiva, ahora más comprometida por los grandes mayordomos que nos han gobernado.
Los ecuatorianos debemos establecer y unificar un criterio y una ruta crítica, para restaurar nuevamente nuestra Patria. Esta vez, no de una invasión sino para los que se han adueñado de un poder, que solo le pertenece al pueblo.
El faro está ahí, es inamovible, no es posible apagar su luz, la verdad siempre nos alumbrará, a pesar de que la queramos ocultar con nuevas injusticias.
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