Los acontecimientos en torno a las recientes elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela y las reacciones ante los resultados —no verificables según los observadores internacionales— comunicados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) casi a la medianoche del día domingo 28 de julio, han elevado la crispación política en esa nación.
Los argumentos de la oposición, de los actores nacionales vinculantes a la gestión y de los internacionales relacionados con la vigilancia democrática regional son fuente informativa ideal para entender y dimensionar el futuro que fragua en la "Patria grande" de Simón Bolívar, en cuyo modelo podrían incidir dos conductas: a) la del fanático parcializado hacia cualquiera de los bandos enfrentados, amante de su verborrea socialista; y, b) la racional, que procura el entendimiento informado.
La democracia, decía Enrique Pinti, el humorista argentino, es como la saliva, todos la tienen en la boca, nadie sabe de dónde viene, ni para qué sirve.
Antes de hablar de la “democracia” en Venezuela, veamos lo que fue la democracia griega. En la Antigua Grecia no todos eran “demos”; mujeres, artistas, y esclavos no contaban. Entonces, ¿quiénes quedaban? El mismo microscópico grupúsculo, que controla todo.
Escuchar las declaraciones de los centros de poder nos informa, sin sorpresa o novedad, que Venezuela cayó en las férulas de intereses geopolíticos foráneos. Que sus líderes políticos han erosionado el punto de equilibrio y el interés nacional común que les posibilitará un arreglo interno capaz de minimizar la injerencia externa en su país, económicamente desmembrado por los “socialistas”.
De la heroicidad bolivariana, Venezuela cayó al pozo trágico. De un candidato presidencial que blande la iconografía stalinista, no se puede esperar más que pretensiones trasnochadas de recurrir a la fuerza desmedida para mantenerse en el poder.
Ambición con probabilidades reducidas en estos días por el rigor, extensión y vigencia del ideal de Estado como organización social, que emana del pacto colectivo. La democracia, entonces, es la vía de constituir el Poder legítimo.
Ignorar sus discursos y rituales es auto clausurarse en las puertas del futuro político y la legitimidad. Que los pueblos no están obligados a sufrir gobernantes que no quieren, que les son indeseados, es la premisa generalizada.
Unas formalidades básicas, ciertamente, han de observarse y cumplirse para constituir válidamente los poderes del Estado. Y junto a éstas, el sufragio refrenda unos objetivos de compromiso entre gobernantes y gobernados.
Es falso el socialismo que empobrece y reprime. También quienes bajo supuestos doctrinarios socialistas “justifican” dictaduras unipersonales. La premisa socialista básica no es erradicar la propiedad privada, aunque sea la del comunismo. El socialismo propugna “la satisfacción creciente de las necesidades del pueblo”.
Bajo este principio, preguntamos: ¿Tal meta ha guiado el obrar de los “socialistas” venezolanos? ¿Lo han logrado? ¿Vive mejor su pueblo, que en el pasado?
En su prólogo a la última edición de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” de Carlos Marx, que Federico Engels escribió en vida, expresó que éste y él debían un “mentís” al movimiento socialista: "Lo que procede" - advirtió, partiendo de las experiencias europeas, es la revolución pequeñoburguesa-. Planteó liberar las fuerzas productivas desde esta clase. China lo entendió, sin pregonarlo. Que el trabajo produce plusvalía, igualmente.
En Venezuela, ¿pueden la pequeña burguesía y los trabajadores producir riquezas, para seguir prosperando?
No importa quién gane las elecciones, la élite que controla desde la Antigua Grecia hasta hoy, controlará el presupuesto nacional. Nosotros, el “demos” votamos y pagamos impuestos, pero la élite se reparte ese dinero en contratos oficiales.
Nada podemos hacer. Cambian los gobiernos y ninguno termina el sistema de alcantarillado pluvial o sanitario, ni la educación, ni la salud, ni los caminos, ni las aceras, ni los acueductos, ni nada importante para la comunidad. Porque nosotros los elegimos, nos cobran impuestos, cada vez más, para financiar la vida de la élite política y económica.
Ni Venezuela ni Cuba tienen “democracia” porque un grupo político asaltó el poder y se consolidó, ahora son una élite, y la élite nunca suelta el poder. Esos pueblos no son “democráticos” porque carecen de una élite económica que manipule el sistema político en su favor, esos pueblos viven una estrechez económica.
Venezolanos y cubanos padecen muchísimas estrecheces económicas, aproximadamente dos de los 11 millones de cubanos huyó de su país, por eso. Aproximadamente, ocho de los 29 millones de venezolanos huyó por las mismas razones.
Necesitamos una auténtica democracia política promoviendo una verdadera democracia económica, eso es lo que nuestros pueblos esperan y necesitan. Lo demás es teatro, entretenimiento, espectáculo, manipulación y distracción.
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