Una de las grandes amenazas a la democracia es el populismo, una corriente política que se apoya en el cinismo, como un músico de hotel toca la música que el huésped quiere escuchar, y por huésped, entiéndase votante.
Ese periodismo navega en aguas turbulentas sin importar donde le lleven, se pierde en el mapa sin un fundamento de izquierda o derecha. Aunque los cientistas políticos hacen un esfuerzo por definir en qué consiste, no consiguen coincidir más allá de la definición de un líder político que utiliza todas las herramientas a su disposición, para monopolizar las opiniones en su favor, saltándose procedimientos en nombre del “bien común”, la mayor parte del tiempo, repitiendo sin fín, la verborrea que el pueblo quiere escuchar.
Ese fenómeno ha llegado a la comunicación, con acento en el periodismo. Sobran quienes, con abundante desconocimiento de un tema, opinan de él sin comprender las consecuencias de su mensaje. Soportado en la obsesiva intención de buscar audiencias que priorizan el espectáculo a la información.
En muchos casos, los medios de comunicación social, han renunciado a su capacidad de visibilizar los problemas que agobian a la ciudadanía, para montarse en las olas de temas que resultan atractivos al algoritmo.
Vale la pena preguntarse si es útil que dichos medios sigan la conversación común a cualquier costo, o si consagran el rol de informar y resaltar las ocultas sombras de la sociedad.
La farandulización del periodismo lleva a ocultar los temas que pueden cambiar vidas, generar transformaciones, convertir lo malo en bueno. Todo sea por obtener audiencia, hay que visibilizar lo incorrecto, por ahí no es.
No son una clase de virus, pero se comportan como si lo fueran. Hay noticias buenas y malas. Y una vez liberadas, su propagación suele ser incontenible. Son las informaciones, no solo las que surgen en las redes sociales, muy criticadas por su propensión a difundir noticias falsas, amañadas o anticuadas, sino también las que aparecen en las publicaciones y programas de opinión más convencionales.
El efecto de las informaciones sobre el comportamiento colectivo ha sido estudiado en muchas ocasiones. La abundancia de datos y relatos falsos, especialmente los que se propagan a través de plataformas como Facebook o X (antes Twitter), han ido provocando que las personas los tomen con cierto escepticismo.
No han sido pocos los casos en que alguien reenvía mensajes y luego se arrepiente de haberlo hecho, al conocer que su contenido era falaz. Sin embargo, a pesar de esa mayor cautela, estudios llevados a cabo en diversos países ponen de relieve la incidencia que las informaciones recibidas tienen sobre las opiniones de las personas.
Esa influencia se extiende a las expectativas. El nivel de optimismo o pesimismo es afectado por los conceptos y puntos de vista que se leen y escuchan, lo que tiene importantes consecuencias sobre el comportamiento social. Y esa incidencia es tan aguda, que se manifiesta a través de detalles en apariencia secundarios.
Analíticamente, esas influencias son desviaciones del supuesto "conocimiento perfecto" sobre los que algunos modelos sociales son construidos, y son fuente de errores, ineficiencias y costos.
En ese sentido, el rol desempeñado por el internet, ampliamente alabado como un medio extraordinario para extender el conocimiento popular, ha tenido el efecto colateral indeseado de oscurecer o desplazar fuentes de información confiables, otrora el recurso al que las personas acudían normalmente, cuando deseaban obtener algún dato.
Parcialmente responsable por esa consecuencia, ha sido la renuencia inicial de algunas fuentes tradicionales en cuanto a adaptar sus presentaciones a la web y el formato digital, en parte debido al impacto que ello implicaba sobre sus fundamentos periodísticos. Les tomó tiempo y esfuerzo transformar sus ofertas para acomodarse a la nueva realidad, muchas de ellas naufragando en el intento.
La lucha entre el "me gusta" ganado por populismo puro y la tarea que obliga al periodismo a develar y educar sobre lo incómodo y ensordecedor ruido noticioso, es la batalla sembrada para edificar un porvenir mejor.
Estamos a tiempo de asumir el reto presente y futuro, así evitaremos decir que el populismo ha vencido al periodismo.
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