Vivimos en una época en la que la información está al alcance de un clic, pero la sabiduría parece escasear. Las redes sociales nos bombardean con contenido superficial, la desinformación circula sin control y muchos confunden la fama con el conocimiento, como si ser famoso fuera sinónimo de ser ilustrado, capaz o sabio.
Recordemos la frase de Voltaire: "Cuanto más se repite la estupidez, más adquiere la apariencia de sabiduría".
Ante esta realidad, las ideas del humanista Erasmo de Rotterdam (1466-1536), siguen siendo más relevantes que nunca. Su mensaje es para intelectuales, historiadores y todos aquellos que desean comprender el mundo y actuar con criterio propio.
Erasmo fue un pensador que desafió las normas de su tiempo. En su obra: "Elogio de la locura" criticó la hipocresía de quienes se creen sabios solo porque ostentan títulos o porque siguen ciegamente lo que otros dicen, sin cuestionar nada.
Para él, la verdadera sabiduría no era acumular datos, ni repetir lo que otro había afirmado, sino desarrollar el pensamiento crítico y distinguir entre la verdad y la manipulación.
Hoy, en Ecuador, enfrentamos desafíos similares a los que preocupaban a Erasmo hace más de 500 años. Vemos cómo muchos confían más en rumores que en la razón y cómo la falta de educación crítica, perpetúa ciclos de pobreza y desigualdad. La pregunta es: ¿qué podemos hacer, sobre todo con los jóvenes, para cambiar esta realidad?
Erasmo de Rotterdam entendía que el conocimiento es poder, pero también responsabilidad. En su obra: "La educación del príncipe cristiano" un libro en el que aconsejaba a los futuros gobernantes, explicaba que un líder ignorante puede destruir una nación, mientras que uno bien educado puede transformarla para bien.
Esta enseñanza no solo aplica a los políticos, sino a todos los ciudadanos. Cada joven que se esfuerza por aprender y por pensar con independencia, se convierte en un agente de cambio en su comunidad.
El problema en nuestro país no es la falta de talento o capacidad, sino la falta de estímulo para que los jóvenes descubran su potencial. Muchas veces se nos enseña a obedecer sin cuestionar, a conformarnos con lo que hay, en lugar de aspirar a más.
Este filósofo humanista, nos recuerda que la verdadera sabiduría nace de la curiosidad y del inconformismo positivo, de hacerse preguntas y buscar respuestas más allá de lo superficial.
Hoy, necesitamos imperiosamente, jóvenes que se atrevan a pensar, a leer, a cuestionar lo que no tiene sentido y a no dejarse llevar por las apariencias. La sabiduría no es solamente para académicos; es para cualquiera que quiera tomar mejores decisiones en su vida.
Nadie te puede quitar el derecho a aprender. Leer un libro, investigar, formarte en lo que te apasiona; todo eso te da una ventaja que nadie podrá arrebatarte. No te conformes con la ignorancia disfrazada de entretenimiento, ni con la mediocridad disfrazada de éxito.
En la actualidad, es crucial que los jóvenes aprendan a diferenciar entre lo esencial y lo superficial. No se trata de saberlo todo, sino de desarrollar la capacidad de discernir, de no dejarse engañar por discursos vacíos.
Nuestro país necesita mentes despiertas, jóvenes que se atrevan a ser diferentes, a formarse y a liderar con conocimiento. Si queremos un mejor país, el cambio empieza por cada uno de nosotros. El poder del conocimiento en la transformación social, será el camino a recorrer.
La pregunta final, es: ¿te conformarás con lo que otros quieren que pienses o decidirás buscar tu propia sabiduría?
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