Según la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, la ciudad está en un momento urbanístico de gran importancia, destacando que la apuesta consiste en seguir el modelo de ciudad jardín.
Sin embargo, muchos se preguntan cómo es posible ese objetivo si se continúan otorgando, día tras día y semana tras semana, licencias para futuros desarrollos urbanísticos y hoteleros en suelo público urbano y, pronto, en el suelo rústico.
Todo amparado bajo el futuro PGOM que busca convertir al municipio en un lugar policéntrico conectando a todos los servicios en 15 minutos.
Si todo lo que se dice la alcaldesa se cumpliera, los futuros proyectos empresariales, educativos y, deportivos, tal vez, mejoren la comunicación del transporte público urbano y, los 15 minutos sean factibles, pero, con ese crecimiento grande, muy grande, el precio a pagar pudiera ser enorme.
No se trata solo de las compensaciones económicas forzosas que puedan aparecer por las expropiaciones en los suelos rústicos, y que algunos casos, como vaticinan expertos urbanísticos, no podrán pagarse porque no habrá dinero para todo el mundo; se trata del precio de dejar de ser una ciudad verde.
Todo parece, según como se dicen las cosas de la futura Marbella, que cuántas más urbanizaciones existan y, empresas se levanten en suelo rústico, todo irá sobre rueda, toda una paradoja, porque los espacios se superplanificarán para que podamos vivir dentro de un entorno cada día más urbano, un desarrollo del cemento que afectará a la calidad de vida que hoy conocemos.
Por ello el que se nos asegure que Marbella será una ciudad policéntrica, porque los espacios urbanos vacíos existentes se urbanizarán de manera sostenible, para evitar la dispersión urbana, suena a pelotazo urbanístico.
Lo que nos interesa es continuar teniendo una Marbella bonita, pero que funcione, una nueva ciudad que nazca desde el núcleo de la familia y, no de la venta o, valor económico del suelo rústico. Por eso la participación ciudadana es clave.
Ángeles Muñoz ha reiterado en distintas ruedas de prensa que, se darán permisos para hoteles, alojamientos turísticos, equipamientos industriales, de ocio, comerciales o, educativos, todo lo que se considere estratégico, amparándose en el artículo 22 de la LISTA, que permite implantar, con carácter extraordinario, estas edificaciones, siempre que no estén prohibidas por la legislación o, la ordenación territorial y urbanística.
Así que, los pulmones rústicos se convertirán en suelo urbano, pudiéndose implantar equipamientos industriales, turísticos o terciarios como oficinas, teatros, edificios administrativos, comercios al por menor, aparcamientos públicos y garajes.
Una piedra de tranca establecida para frenar la posible explotación de estos suelos, consiste en que el proyecto presentado debe ser de “interés público o social” o, estar en estos suelos por no ser compatible con su localización en suelo urbano, además, deberá ser suelo rústico común, no monte público por los importantes beneficios ambientales que brinda o, espacio natural, por estar protegido por su fauna y recursos.
En todo caso, parece claro que los ingresos económicos son uno de los principales fines del PGOM, por lo que es licito pensar que cualquier proyecto de envergadura se pueda declarar de “interés público” o, de uso extraordinario; como alguien ha dicho: No todo vale, aunque realmente la intención es que todo valga.
Si no nos equivocamos, con el desarrollo del suelo rústico quizá comiencen a aparecer los proyectos estratégicos, convirtiéndose el ayuntamiento en un gestor inmobiliario de bolsas de suelo rústico, tomando decisiones económicas para el nuevo urbanismo y, decisiones políticas para cómo ordenarlo. En fin, que el Consistorio se quedará con todo.