Meses atrás Nicolás Maduro aseguraba que, en la reunión de los BRICS en Rusia, Venezuela se incorporaría como miembro de pleno derecho.
Bueno, ni los chinos lo nombraron y solo Putin le dijo que continuaba con la política de Chávez y que (de dictador a dictador) era el gobierno legítimo de Venezuela, pero de entrar al bloque, ni pi.
Así que, su programa de legitimidad se le cayó definitivamente y, lo peor es que fue por la intervención de Lula da Silva que no lo quiere ver ni en el baño. Quizá a eso se le pueda llamar crisis ideológica.
Mientras tanto en España, Edmundo González Urrutia, y en Venezuela, Corina Machado, reciben el premio Sájarov, un espaldarazo que les reconoce su lucha por la libertad y la democracia y los mantiene vivos en la memoria, pero nada más.
Enero
Enero será la última y más importante cuesta para González, Machado y Maduro. ¿Quién será el proclamado como presidente por la Asamblea Nacional o, por el Tribunal Supremo de Justicia o, el Consejo Nacional Electoral?
Maduro, el dictador del siglo XXI, las tiene todas a su favor, salvo como dicen en Venezuela: los malandros solo se van a fuerza de plomo.
Sin embargo, la apuesta política internacional insiste en la salida democrática, por el que sean los venezolanos los que encuentren la solución. Una propuesta valida que adolece de olvidar que mientras Maduro entra en razón, los que se sacrifican son los venezolanos que están fuera y dentro de su país.
Desde agosto el secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, no nombraba a Venezuela, pero el pasado miércoles 30, en una conferencia sobre el futuro de la diplomacia, la metió en el mismo saco de Oriente Medio y Sudán, recordando que provocan un mundo más complejo y explosivo donde persisten conflictos, terrorismo e inestabilidad política.
Una declaración que, sin embargo, no dice nada y mantiene el poco espacio para la decisión soberana de un pueblo que no tiene manera de defenderse frente al dictador que no reconocerá que trucó las actas, y estafó al pueblo con sus promesas de prosperidad.
Mientras todas estas sugerencias se dan, el hombre que baila salsa, adelanta las navidades, habla con los pajaritos, está buscado por cazarrecompensas e invoca a María Lionza, continúa programando, cafecito tras cafecito, la realización de un frente único de paz mundial, o alguna otra cosa, formado por Venezuela, Nicaragua y Cuba. ¡Tanta luz dejaría ciego al mismísimo comandante eterno!
Lo suyo es el punto de no retorno.
Como el presidente lee poco, guarda sus cabreos solo para lo que escucha; su sensibilidad le impide aceptar que le llamen dictador, se ofende y grita, pero cuando el portal Índice de Democracia le da del 0 al 10, 2.3 puntos en su calidad democrática, otorgándole el título de autoritario, no dice nada, es más, ni siquiera se ha enterado de que la Real Academia de la Lengua precisa que ese título significa absolutista, despótico, tiránico, imperativo, imperioso, opresor o, dictatorial. Lo dicho, como no lee, no padece.
Qué va a pasar
Ni el Fantasma, aquél del disfraz morado con máscara que andaba a caballo para arriba y para abajo con un perro y, se sentaba en una silla de cemento con un gato, sabe qué decir.
Según mis fuentes, provenientes de barrios y urbanizaciones venezolanas, creo que el hombre seguirá en su sillón. Continuará pagando lo que pueda a sus jubilados y funcionarios, alimentando la economía sumergida, recaudando cada día mayores impuestos y, vendiendo agua con camiones cisterna, porque hacerlo en botellones es muy caro.
Venezuela da para eso, incluso da para convencer que la clase media se convirtió en millonaria gracias a los Bodegones y los Ferrari que se ven al este de Caracas, sin importar que cierren los centros comerciales y que la gente sienta pavor al acudir a los hospitales públicos.