Acompañando las buenas prácticas que se pudieran conocer y las habilidades que conviene tener, está el hecho de que las personas adecuadas, deben estar en los puestos adecuados.
Pero como soporte de las competencias que deben exhibir, están los valores, principios, las actitudes y conductas que deben reflejarse en su desempeño, modelaje e influencia, para que los equipos de trabajo que lideran, logren niveles plausibles de excelencia, en sus actividades y logro de metas. Esta lógica organizacional aplica no solo en el sector privado, sino también en la gestión pública.
Sin embargo, nos invita la ocasión por la realidad política que vive el país, en centrarnos en una reflexión más palpable en el ámbito público, donde la carencia de muchas de las características comentadas anteriormente, hacen de la calidad humana una variable fundamental, que está por encima del conocimiento y técnicas profesionales.
Estuve revisando brevemente el índice del libro del escritor estadounidense Robert Greene, titulado: "Las 48 leyes del poder" pudiendo recordar la existencia de una serie de experiencias y prácticas de interacción humana, que en la citada obra se plantean como leyes, porque cuando se considera su aplicabilidad, se tiende a retener o lograr poder, mientras que cuando no se toman en cuenta, se corre el riesgo de perderlo.
En el fondo en cada uno de los casos se trata de prácticas que no se basan en la honorabilidad, ni en la ética, ni en el respeto de la dignidad humana o el mérito, sino en la manipulación, el miedo al castigo y control de la información, para lograr beneficiarse a toda costa de las mismas.
Estas prácticas, leyes, medidas, tácticas, manipulaciones, se pueden asociar en muchos de los casos, con lo que la gente conoce comúnmente como un pensamiento maquiavélico, donde lo que se persigue sin ningún escrúpulo, es lograr y retener el poder en cualquier escenario posible.
Siendo nuestra política un ejemplo palpable del ejercicio del poder, y ver cómo se manejan los dirigentes o líderes políticos en sus relaciones con los demás, nos acerca a la aplicabilidad de estos temas de las leyes del poder, aunque seguramente en la mayoría de los casos, dichas formas de relacionarse con los demás, venga por la imitación o la experiencia, más que por el acercamiento a los conceptos que se expresan en el referido texto.
La utilización del poder y la manipulación de las personas, bajo la falsa creencia de que todo lo pueden y los demás deben aplaudir cada una de sus acciones, llevan a esos falsos líderes a convertirse en grandes mediocres y abominables criaturas, de las que intentan competir en la carrera de ratas, mientras sobreviven en el fango.
La mediocridad es algo que puede verificarse por doquier en el ambiente de la política nacional, dirigentes y líderes mediocres, con una escasa o inexistente grandeza humana y una carencia vital de honorabilidad, que les califica para competir en el terreno de la carrera de roedores.
Le huyen como el diablo a la cruz, a todo lo que pueda hacerles sombra, pero también a todo lo que pueda develar la mediocridad de sus vidas. Por lo que solo los que viven en el fango, se sienten cómodos y pueden coexistir pacíficamente en las mediocridades sociales.
Esa mediocridad de los políticos, usted la ha experimentado con toda seguridad. Características como la mezquindad los adornan, pues el miedo a ser descubiertos como lo que realmente son, crean una coraza como mecanismo de defensa, sintiéndose verdaderamente mal y amenazados, cuando interactúan con personas que brillan con luz propia.
Conocer personas con talento, con competencias de las que tienen grandes carencias, los asusta, pues es claro que el poder que creen tener, no viene como consecuencia de sus propias competencias, sino por el simple hecho de haber estado en el lugar adecuado, con la persona adecuada, en el momento adecuado y por haberse prestado a degustar cualquier manjar y enriquecerse, mientras se bañan en el fango de las inmoralidades.
La mediocridad en la política hace un daño tremendo a la salud de nuestra república, pues hace más difícil que se logre aceptar la invitación del filósofo Platón, de que los buenos participen en política, para evitar que sean los malos los que dirijan los destinos de una nación.
El bloqueo hacia las personas que tienen talento y capacidad es cuasi automático por parte de muchos dirigentes políticos, que casi siempre intentan utilizar a los demás, para proyectar hacia arriba, la tenencia de un equipo potencial, pero con personas que no puedan brillar con luz propia o desarrollar un liderazgo vital, tal vez superior y más ético al propio de cada uno de ellos.
Y créanme que en esta mediocridad y mezquindad, también hay cuotas de género. En un país donde el sol no sale para todos, sacar provecho personal, aunque al otro no le toque, es una norma, que pocos líderes excepcionales contradicen, con sus sanas prácticas de gestión.
En nuestro país, se mezcla el tener poder con poseer dinero, que casi siempre viene como consecuencia de disfrutar en el lodo, la corrupción ejercida por algún tiempo. O el ser un colaborador cercano a uno de los dirigentes medios o tener contacto fácil y directo con el líder máximo de una organización política. Ese que puede llegar de forma directa, cuando no tiene grandeza, se siente dueño del mundo, pues cree tener todo el poder.
Es que en nuestra nación, se confunde el tener poder, que casi siempre viene por el hecho de tener dinero y estando en la política, casi siempre en un alto porcentaje tiene que ver con haber robado, malversado fondos públicos para enriquecerse, o por haber sido parte de la mafia del Estado, cuando han sido funcionarios públicos.
Un porcentaje muy alto de personas, que usted y yo, los vemos por ahí exhibiendo riquezas porque fueron servidores públicos, quedaron ricos y entonces ahora por qué siguen teniendo esa aproximación a los partidos políticos, siguen haciendo campañas políticas, hacen eventos, reuniones, mítines, participan en las avanzadas de los distintos partidos políticos que están compitiendo en las lides electorales, hablan bonito y entonces; sin embargo, carecen de honorabilidad, la mezquindad los adorna, también, su falta de honradez.
También es común, la incapacidad de prometer y cumplir, la incapacidad de reconocer el talento que otra persona tiene. Cuando alguien del equipo ofrece una brillante, plantea una solución importante y ese supuesto líder o dirigente de un partido, no es capaz de decir, que fue otro quien dio esa idea. Entonces, usted, se convierte en un fanático, apoyando a esos candidatos que ni siquiera lo conocen, que ni siquiera han tenido una deferencia con usted, ni el respeto de tratarlo dignamente, de darle un saludo cordial; así, los ciudadanos se convierten en fanáticos, haciendo campaña por esos candidatos, regalando sus ideas y talentos.
Se necesitan personas y equipos de trabajo adecuados en los cargos públicos, necesitamos respeto mutuo, acercamiento, requerimos realmente ejercer ese hábito que debió haberse creado antes de intentar cualquier candidatura: y es el hábito de la integridad personal.
Esa capacidad de prometer y cumplir lo que se ofrece, lo cual no existe en la política ecuatoriana.
Pero cuando me acercaba a ese listado enumerado en la obra: "Las 48 leyes del poder" hubo algunas que me llamaron la atención, por ejemplo: “haz que el equipo trabaje y llévate todos los créditos”, es exactamente lo contrario de lo honorable, digno, justo y de lo que refleja la grandeza de un líder auténtico.
Es que hay otra ley, que reza: “no eclipsar a tus superiores”. Y entonces contratamos a la persona porque es talentosa, pero luego no dejamos que desarrolle su talento y le castigamos cuando lo hace. Esto es, nuestros políticos parecen psicópatas integrados o narcisistas perversos, es decir, agentes infernales enviados por el mismísimo enemigo, a destruir sociedades y gente buena.
Es que bajo esta praxis, ser superior es tener poder y tener poder es tener la exclusividad del conocimiento y la potestad de adueñarse de los créditos ajenos, impunemente.
En el ambiente político ecuatoriano, si usted tiene talento, tiene juicio crítico y brilla con luz propia, se va muriendo, porque la mayoría de los políticos quieren que los demás sean serviles, y que no tengan la capacidad de discernir ni de analizar, por ello en el fondo todos los discursos de ellos hacia la gente, son pura retórica barata.
Esto incluye el desgastado pero real discurso, (porque sin ética y auto respeto no es posible), pues se verifica con creces, lo proclamado por el profeta Isaías: “este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”, todos dicen lo mismo, ¡urge satisfacer la necesidad de educación del pueblo ecuatoriano!, pero la necesidad es real y el discurso una gran farsa.
Nuestros políticos necesitan un pueblo idiota, que crea en la falacia del sistema de partidos y la siempre incipiente democracia ecuatoriana. Es que ustedes no practican lo que predican, y su especialidad es cortar las alas a las personas que son educadas y brillan con luz propia, se los digo sin tapujos.
Todas estas marrullas las hacen los líderes mediocres, que son la gran mayoría de los dirigentes políticos, porque están cortados por la misma tijera de los semidioses.
Y es casi seguro que tienen talento y capacidades, pero su mediocridad no es intelectual, su mediocridad no es de conocimiento en función de la ética profesional, vuestra mediocridad es humana: esa incapacidad y esa mezquindad desarrollada, que les impide establecer la honorabilidad real, como cultura y política claves.
Viven hablándoles mentiras a la gente y se burlan del pueblo. Y cuidado si alguien osa llevar un poco de luz, porque de ser así, ya ese individuo, no les convienen. Y no puede convenir porque la mayoría de los políticos son personas del fango, que viven en las sombras y les molesta la luz.
Una Frase bíblica, reza: “apártate del mal haz el bien, busca la paz y síguela; las malas compañías corrompen las buenas costumbres; la verdad siempre sale a flote, porque lo que realmente eres, grítalo tan fuerte, para que se pueden escuchar tus palabras; permíteme decir la verdad delante de los fuertes y no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles”.
Y es así, a esas personas que ya están corrompidas, no les interesan aquellos hombres y mujeres que puedan agregar valor, con prácticas honestas. No les interesa, pues son un problema para ellos, sus propósitos corruptos y para las mafias instaladas en el Estado, que tienen décadas ahí. Tanto es así, que cuando nombran a una persona que vale la pena, le hacen la vida imposible. Esa, lamentablemente, es nuestra realidad.
Los líderes para el mal abundan, se aferran al poder y casi siempre, toman las grandes decisiones nacionales, favoreciendo no al país, sino a sus intereses personales. Los líderes para el bien, son muela de gallina, difícilmente los veas encabezando una institución pública, pues son destruidos o aislados y difícilmente ocupen posiciones de poder, pues serían una retranca para la mafia estatal y sus propósitos de enriquecimiento ilícito, como producto de la malversación de los recursos nacionales.
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