La última de mis travesías en la maravillosa Türkiye fue al Monte Nemrut o Nemrud (Nemrut Dağ o Nemrut Dağı en turco), una montaña de más de 2.000 metros de altura al sureste del país euroasiático, muy conocido por las estatuas en su cima, pertenecientes a una tumba del siglo I a.C.
Para llegar allá volamos a Adıyaman, que es una pequeña ciudad que gozó de mejores días antes del terremoto, pero que ahora carece de atractivo porque ni el castillo ni el museo están abiertos, solamente una interesante mezquita que vimos de lejos.
Contratamos un tour para llegar hasta el Monte Nemrud, que pasó por Karakuş Tumulusu, un monumento funerario conocido como “hierothesion” (sitio sagrado) en honor a la reina Isias, su hermana Antiochis y su sobrina Aka I de Commagene, que fue construido por Mithridates II de Commagene entre los años 30-20 d.C, cerca de la villa Çukurtaş en Kâhta. Karakuş significa “pájaro negro”.
Allí nos detuvimos a ver una columna coronada por un águila y un paisaje del valle y las riberas del río.
Está rodeada por tres columnas dóricas, de unos 9 metros de altura. Éstas están rematadas por estelas, relieves y estatuas de toros, leones y águilas. Una inscripción señala que es una tumba real que alberga a las tres mujeres mencionadas.
El monumento tiene inscripciones en griego en la parte externa que miran hacia la columna central al noreste y que hacen referencia a las personas a quienes están dedicadas las tumbas.
Un tiempo después de que el reinado de Commagene fue anexado por el emperador romano Vespasian, en el año 72 d.C. la tumba fue saqueada.
La columna colapsó durante el terremoto que azotó esa área en 2023 y pudimos apreciar apenas un intento de levantar el sitio.
De allí nos dirigimos al interesante puente Cendere, también conocido como el puente de Séptimo Severo, cerca de la antigua ciudad de Eskikale.
Este famoso puente, que es mencionado en las novelas de Santiago Posteguillo, especialmente en “Yo, Julia”, fue dibujado en 1883 por los arqueólogos Osman Hamdi Bey y Osgan Efendi.
Osman Hamdi Bey fue un pintor pionero otomano y fundador del Museo Arqueológico de Estambul y de la Academia de Bellas Artes. También fue alcalde de Kadıköy en la época otomana y es el autor de la famosa pintura “El domador de tortugas” que se exhibe en el Museo Pera.
Es un puente de un diseño prístino, sencillo, con un arco profundo y dos inmensas piedras en la parte más angosta del arroyo sobre el que está.
Con una altura de 34.2 metros libres, es posiblemente la segunda estructura más larga de un puente romano de esas características (120 metros de largo y 7 metros de ancho).
Por la temporada en que lo visitamos, había mucha gente bañándose en las aguas del río que allí pasa, incluso disfrutando de unas caídas de agua impresionantes.
El puente fue construido con columnas corintias en honor del emperador Lucius Séptimo Severo (193-211), su segunda esposa, Julia Domna, y sus hijos Caracalla y Publius Septimius Geta.
De allí pasamos muy brevemente por Arsemia Antik Kenti, que fue la capital del reino de Comaggene, y donde hay algunas estatuas que hacen referencias a sus principales protagonistas.
Finalmente llegamos al sitio desde donde nos llevarían a ascender al Monte Nemrut. Cuenta la historia que el rey Antíoco I Theos de Comaggene mandó a construir en el año 62 a.C. un túmulo funerario en la cima de la montaña flanqueado por enormes estatuas (de 8 a 9 metros de altura) que son de su propia imagen, dos leones, dos águilas y diferentes dioses armenios, griegos y persas, como Hércules, Zeus-Oromasdes (asociado al dios persa Ahura Mazda), Tique y Apolo-Mitra. Las estatuas estaban sentadas, con los nombres de cada una inscritos en ellas, pero ahora los cuerpos están separados de las cabezas y presentan algunos daños en sus narices, posiblemente producidas por iconoclastas.
También se aprecian losas con figuras en bajorrelieve que pueden haber sido parte de un gran friso, donde aparecen los antepasados de Antíoco, que eran armenios.
Cuando uno finalmente llega a la cima del túmulo, por unos muy bien construidos senderos sin barandas, se encuentra con un espectáculo impresionante. Todas las cabezas tienen rasgos faciales griegos, además de vestimentas y peinados persas.
El terraplén en la parte oeste cuenta con una gran losa con un león que se conoce como “El horóscopo del rey” y muestra la conjunción de los planetas Júpiter, Mercurio y Marte, que tuvo lugar el 7 de julio del año 62 a.C. sobre la constelación de Leo.
Sobre el pecho del león aparece también la Luna, objeto celeste que formó parte de aquel espectáculo nocturno y encima la estrella alfa de la constelación, que se atribuye a Antíoco I.
Se estima que esta fue la fecha de inicio de la construcción del monumento, y también que reproduce el día que fue investido rey por los romanos.
La UNESCO incluyó el Monte Nemrut como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1987 y es usual que los visitantes esperen el amanecer en la cima de este túmulo.
EL TOUR Y SU GUÍA
A pesar de contratar un tour VIP con TripAdvisor, el guía era casi mudo, solo hablaba turco y kurdo.
Nos preparamos para apreciar el deseo de un rey de construir su tumba en el punto más alto de sus dominios, frente a las cordilleras Antitauro investigando su historia para entender lo que íbamos a visitar.
El esfuerzo de ascender (el guía no nos acompañó) valió la pena para ver ese espectáculo, en el que las cabezas parecen brotar del suelo rocoso, semejantes a los dioses caídos de una perdida civilización.
Monte Nemrut se le ha catalogado como la octava maravilla de la antigüedad. Su descubrimiento fue por casualidad, por un ingeniero alemán que supervisaba unas obras viales y siguiendo los comentarios de los lugareños, descubrió las colosales cabezas.
Se puso en contacto con la Real Academia Prusiana de las Ciencias. Posteriormente arqueólogos guiados por el ingeniero Karl Sester, el que descubrió el sitio, no daban crédito a lo que veían: pensaban que eran ruinas persas, hasta que encontraron una inscripción griega grabada en los zócalos de las estatuas de la terraza oriental, una de las tres de que consta el monumento y así pudieron enterarse de que era el panteón de Antíoco I de Comagene, soberano de un reino aliado de Roma, que construyó su tumba en el punto más alto de sus dominios.
«Yo, Antíoco, he hecho construir este recinto en mi honor y en honor de mis dioses». Así proclama la inscripción que identifica cada una de las estatuas con los dioses griegos Apolo, Zeus y Hércules, asociados con los dioses persas Mitra, Ahura Mazda y Artagnes. Antíoco había decidido construir su tumba allí para estar más cerca de los dioses y velar por su pueblo desde la eternidad.
A sus pies se hallaban los suntuosos túmulos de su padre, Mitrídates I Calínico, y de otros miembros de su familia; no muy lejos están las tumbas de las esposas reales, vigiladas por águilas labradas en piedra calcárea sobrecolumnas dóricas.
Expediciones posteriores hicieron descubrimientos importantes, como el horóscopo griego ya descrito, así como la cabeza de la estatua de Antíoco I, que refleja una gran serenidad y belleza, con un notable parecido al omnipresente Alejandro Magno, del que el rey se ufanaba de ser descendiente por parte materna.
Este sitio patrimonial, uno más de los muchos que tiene y mantiene con celo y esmero Türkiye, muestra la fusión artística de las culturas de Grecia, Persia y Anatolia, que es la cuna de culturas, en lo que fue un próspero reino de fronteras.
A pesar del tiempo que ha pasado, persiste la fascinación por la pericia de los artesanos que esculpieron las gigantescas estatuas y la labor de ingeniería que llevaron a cabo los arquitectos del rey para poder alzar las cabezas a tan considerables alturas.
Sin embargo, el enigma de dónde está la tumba del rey que se hizo construir esta maravilla aún está por descifrarse y habrá que esperar si algún día esto ocurre.
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