No fue un escenario cualquiera, fue uno donde no era posible el fraude, pero le permitió el discurso del miedo, el uso de matones y, el cierre de centros de votación, sin la venia popular de otros tiempos.
Su lógica no funcionó, se plagó de errores y, ahora solo le queda la melancolía de llevar a sus espaldas el que el mundo lo considere culpable del mayor fraude electoral de los últimos 25 años en América Latina.
Muchos rojos rojitos recuerdan que, en 2012 Hugo Chávez ganaba elecciones porque su discurso se dirigía exactamente donde la gente esperaba que lo hiciera. En esos entonces el cañoneo a todo lo que no fuera el pueblo, funcionaba, aunque el embolsillamiento de los dineros públicos y la mala gestión comenzaban a pasar factura.
En las elecciones presidenciales de 2012 los resultados fueron contundentes contra el proceso bolivariano. Después de ganar con 3.6M de votos en 1998 frente a los 2.6M de la oposición y, subir a 7.3M en 2006, los 8.1M de votos de 2012 les señaló que acababan de perder más de 800 mil simpatizantes desde 1998 y, que la oposición con sus 6.5M de votos, había ganado, desde ese año, 3.9M. Fue el primer aviso al navegante.
Otro aviso, que no leyeron los bolivarianos, fueron los resultados de las elecciones de 2013, Maduro renovó la presidencia del ya difunto Chávez, no obstante, muchos seguidores sintieron un calambrazo en las rodillas achacándolo al bajo perfil político del nuevo líder, incapaz de hacer sombra al comandante eterno.
Con los 7.587.579 votos (50,61%), frente a los 7.363.980, (49,12%) de Henrique Capriles, el triunfo fue chucuto y, volviéndose a buscar las razones, los revolucionarios encontraron las de siempre: corrupción, sobreprecios, desabastecimiento, inflación; deficiencia gerencial gubernativa, la fuga de más de 145 mil millones de dólares dejados de invertir en servicios o desarrollo industrial; el que, según expertos en Venezuela el sector estatal generaba el 97% de las divisas que ingresaban y las empresas privadas el 3% (2 mil 700 millones de dólares en 2012) y, la falta de explicaciones de dónde estaban los 317.092 millones de dólares que el Estado había transferido entre 2003 y 2012 al mercado. Ese es el hombre que acaba de ganar con el 51.2% de los votos, a quien le aventajaba en 30 puntos.
El caso era que, el Socialismo del Siglo XXI (SXXI) no había alcanzado el alto grado de desarrollo prometido 13 años antes, sin embargo, mantenía su insistencia sobre el apoteósico éxito que llegaría con el plan vivienda, con el fin de la inseguridad ciudadana y sus 19.336 homicidios a diciembre de 2011, con el asfaltado de las carreteras, la finalización de las vías de los ferrocarriles y, el fin de los cortes de luz y agua.
Era una especie de contra reloj que Maduro sabía podía perder, pero también sabía que, frente a ese cúmulo de problemas, contaba con un apoyo inesperado de la Mesa de la Unidad Democrática y su falta de un plan de Estado, el estar repleta de intereses partidistas, tener escasa credibilidad y, no contar con un líder nacional, todo, frente a un SXXI con una plataforma estable dispuesta a todo imprevisto.
Así, las condiciones del cambio no estaban dadas
y, Maduro podía seguir manteniendo el poder, pero con la devaluación del bolívar y la falta de acceso a la chequera de PDVSA que comenzaban a ahogarle, sumándose a la exigencia de los rojos rojitos de que todo se hiciera como lo habría hecho el “comandante”.
Era el inicio de una situación imposible para que Maduro encontrase su espacio natural, por ello la infinita lealtad, “más allá de la vida”, a Hugo Chávez, no era suficiente para mantener sus expectativas revolucionarias, aunque el ejército civil y militar mantenían su apoyo.
A pesar de todo, Maduro apostó por continuar disfrutando del indulgente apoyo y aprecio, heredados del líder barinés. Conocía sus carencias y, sabía que no había más espacio para el perdón por no enclaustrar al corrupto proceso bolivariano, ni pretextos para la creciente inseguridad que en 2012 se cobraba más de 21.692 personas fallecidas víctimas de la violencia, con todo, se comprometía, una y otra vez, a erradicarlos.
Estaba seguro de que, como inventor de promesas no tenía competencia, pero en 2015 dos sobrinos de Cilia Flores, su esposa, fueron encarcelados en Estados Unidos por narcotráfico; la informalidad laboral superaba el 84%; en 2017 una encuesta sobre las Condiciones de Vida en Venezuela señaló que, entre 2014 y 2016 el porcentaje de hogares en condición de pobreza de ingreso pasó del 48,4% al 81,8%, y los que estaban en situación de pobreza extrema pasaron del 23,6% al 51,5%.
En 2018 el Papa Francisco pedía transparencia en las elecciones venezolanas y, a finales de 2021 se registraban más de 11 mil muertes por causas violentas, incluidas las de resistencia a la autoridad. Con todo esto, ¿quién puede creerse el resultado de ayer?
Este 28 de julio Venezuela lo mostró públicamente en sus calles, el autócrata, no podía ganar, su única opción era continuar apostando por el precipicio de incorporar al Estado agentes cubanos, tocando todos los límites de una dictadura con la que amenazó dos veces en 2017.