Intentar defender los intereses de nuestra nación, cumpliendo con el propósito de ser ojos, voz y luz, obliga necesariamente a fijar posiciones frente a las decisiones gubernamentales, que se van tomando en el día a día.
La inversión de los papeles en nuestra vida cotidiana y el sistema establecido, han hecho que el pueblo sea para las políticas públicas y no que las políticas públicas sean del pueblo, por y para el pueblo.
Sustituir el beneficiar al país y sus ciudadanos con políticas públicas, por beneficiarse personalmente a la vez de que beneficiamos a nuestros allegados, se ha convertido en la norma y por eso los grandes despropósitos y burlas que desde el sector público, se han hecho contra la nación ecuatoriana.
Pero como contrapartida a estos enfoques “pro lo que sea, por ser parte del reparto del botín”, a tener la etiqueta de fiel opositor, están los que pertenecen realmente a una parcela política, que se dedican a hacer la contra de todo lo que se hace, porque hay que hacer oposición.
También está el papel del periodista o de la prensa que siempre está encima de todo el accionar público, y pone de relieve tanto lo bueno como lo malo en una gestión de gobierno.
De ahí la estrategia implementada, de alquilar los medios para su beneficio, es decir, para minimizar los impactos de las malas prácticas y maximizar los eventos que puedan hablar bien de la gestión gubernamental. Una manipulación descarada criticada por todos los ecuatorianos sensatos.
Existe una línea muy fina entre los que se oponen porque son oposición, y los que se oponen porque desean beneficiar a nuestra nación. Estos últimos, son capaces de enfocar los problemas, sin pensar en banderías políticas y saben colocar los puntos sobre las íes, sin importar a quien le sirva el sombrero.
En el fondo de toda esta temática, está el combate a la manipulación de la verdad, el poner en blanco y negro el acontecer nacional, y en dejar de lado las malas prácticas de nuestra desgastada partidocracia, aunque sean las mismas utilizadas en otras partes del mundo.
Latinoamérica ha estado presa precisamente de los malos gobiernos, que se han ocupado de devastarla. La pillería de cuello blanco, la corrupción, el aprovechamiento de los poderes públicos, para el enriquecimiento ilícito y la creación de mafias han sido una constante.
Hacer crecer el nido de víboras en Estado Nación, llegó a ser la norma y de forma triste, el pueblo ecuatoriano también compite por los primeros lugares en corrupción, a nivel global.
Pero siempre fue así, ¿porque lo quieres cambiar?, sigue el ejemplo de los demás, no seas tonto, "estás tirándole piedras a la luna", me decía un dilecto amigo.
Las veces que nuestra nación ha intentado hacer un alto en el camino, fueron y son nuevas manipulaciones de la conciencia nacional, con más promesas incumplidas, repitiéndose el círculo vicioso hasta el infinito.
La capacidad corrupta que muchos han desarrollado, nos hace pensar exclusivamente en el beneficio personal de los que pululan en el poder político, aunque sabemos que estamos sumando más deterioro a nuestra nación, como conglomerado social.
Basados en esta norma que casi siempre es acompañada por la célebre frase: "ahora me toca a mí", y el apoyo de los siempre aduladores que vociferan: “no seas tonto aprovéchate”, hemos desarrollado el prototipo de un arquetipo mental compartido culturalmente, por gran parte de la población del Ecuador.
Luego nos damos cuenta que la cosa sigue mal, pero ¿qué importa si ya resolví lo mío?, “el que venga atrás que arree”.
Y ahora cerramos el círculo con las delaciones premiadas, hasta hemos convertido el delito de cuello blanco en un delito mimado por el sistema, legalizado y deseable. Tremendo modelaje de inconductas.
Intentar favorecer la verdad, lo correcto, lo ético, lo moral, lo justo, lo noble, lo bueno, como dice el consejo de Filipenses: "en eso pensad"; convierte necesariamente a los que se atreven a intentarlo, en un opositor fiel y eterno de las malas prácticas y de los que las utilizan.
Procurar influir en los demás para el bien, implica establecer una línea divisoria entre lo correcto e incorrecto. Cuando hacemos esta distinción, se van separando de forma automática la luz de las tinieblas y quedando en claro, quienes son nuestros verdaderos enemigos, es decir, los auténticos enemigos del país.
Hacer lo correcto implica apegarnos a principios y valores que adornan la moral y la ética en el quehacer público y privado, no para servir de trompetas mentirosas, que intentan soslayar lo evidente, con discursos falaces y medios alquilados para la mentira, sino con la sagrada verdad.
Lo que está mal, lo que destruye el país, lo que atenta contra la soberanía sagrada del pueblo ecuatoriano, lo que hace a la familia ecuatoriana más pobre y la lleva a una peor calidad de vida, eso invita al combate sin cuartel, sin importar quién sea el gobernante.
Por eso, es imposible callar o disfrazarse de ser cuadro político y luego intentar luchar por el bien, la justicia y la verdad.
Ser militante de valores y principios, inhabilita de manera casi automática, el ser cuadro de un partido político en la República del Ecuador.
La pragmática y dogmática política permea a todos los partidos sin excepción, llevan a una dialéctica mentirosa y poco meritoria, pues su único propósito es lograr el fin, que no ha sido el bien, y todo a cualquier precio.
Las elecciones generales celebradas el domingo 9 de febrero de 2025, fueron muy interesantes.
Porque algunos sangramos por la herida y otros que ya hemos definido una zona de confort, hace rato que nos olvidamos de luchar por un país mejor, y con todo nuestro derecho, nos quedamos contemplando el desastre, y solapadamente, nos aprovechamos del reparto de los nuevos actores del sistema.
La partidocracia ecuatoriana y el sistema que la sostiene, están viciados y minados de mil artimañas, que no tienen nada que ver con llevar al país a un mejor porvenir.
Las posturas de los partidos de oposición lucen tener precio aparente, cediendo por emolumentos tentadores, su pensamiento crítico y sus luchas aparentes en beneficio de nuestra nación.
Los mismos novatos que lo han intentado más recientemente, se han convertido rápidamente en estrellas fugaces, que con un solo cruce estelar, ya han dejado de brillar, pues lo que en apariencia eran luces, han quedado develados como más oscuridad.
Otros pensadores se acogen al mismo refuerzo Platónico, indicando que los buenos deben participar en política, para que los malos no sean los que lleven la voz cantante.
En nuestra nación, los malos que al parecer están en todas las cúpulas políticas del sistema democrático, se han encargado de alejar cada vez más, a gente valiosa, porque proyectan el pecado mortal de tener un pensamiento crítico.
De esta forma no serían jamás piedras en el camino, de los que tienen el firme propósito de llegar al poder, para beneficiarse y no para beneficiar a la nación.
Intentar ser ojos, ser voz y ser luz, tiene un precio que puede significar el ostracismo. Esta misión nos permite decir en voz alta: la historia la cuento yo. Y con ello dejar un legado en papeles viejos del acontecer nacional.
La práctica política ecuatoriana ha develado en la historia reciente, grandes falsedades y muchos farsantes. La mayoría, luego de una caminata sostenida, entusiasta y con un discurso en apariencia fundamentado en principios.
Los más prestigiosos, cedieron a la tentación de lo material, claudicaron y han favorecido tranquilamente su beneficio personal, a cambio de su silencio inmoral.
Figuras importantes, de relieve y de gran impacto nacional, han quedado como entelequias intelectuales, calladas por la oferta material, cayendo como ídolos falsos del altar.
Todavía quedan algunos que pululan y baten sus alas de maldad sobre la conciencia nacional, pues alguien debe liderar la misión infernal, y mientras se enriquecen, intentan callar la verdad con injusticias.
Mostramos una sociedad que pretende estar enriquecida en lo material, aunque empobrecida en lo moral y en lo ético, potencialmente nos han convertido en "sepulcros blanqueados"; donde el que menos corre, vuela, y donde el tener es más importante que el ser.
Cuando empujamos el caballo para que camine por las rutas del bien, nos hace confrontar con la verdad al cuatrero de turno, y por ello se muestra la etiqueta, que estamos orgullosos de portar. Pues, significa que habremos cumplido con la misión sagrada de intentar ejercer un liderazgo para el bien.
La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®